Auguste Renoir
Pintor
En ambientes urbanos o bucólicos, íntimos o populares, a Renoir le gusta pintar la alegre cotidianidad. El tiempo se suspende, la piel es nacarada, las texturas suaves y los gestos delicados. Cuando una mujer toca sola su guitarra o cuando los parisinos se sientan en el Moulin de la Galette, el espectador no sólo es testigo de la escena, sino que se siente implicado por el punto de vista adoptado, el intercambio de miradas y la atmósfera envolvente del lugar. En esta sociedad ideal, cada movimiento parece una muestra de ternura. Este boceto, aunque fiel a sus colores y a su alegría, rompe con la manera tradicional de Renoir. No aparecen figuras y las pequeñas pinceladas yuxtapuestas, a menudo en forma de coma, dan paso a grandes superficies planas de color. El mar y el cielo ya no son visibles en detalle. Este espíritu de síntesis, típico del Impresionismo, es una herencia de Corot.